lunes, 19 de diciembre de 2016
miércoles, 14 de diciembre de 2016
lunes, 5 de diciembre de 2016
miércoles, 30 de noviembre de 2016
lunes, 21 de noviembre de 2016
lunes, 14 de noviembre de 2016
jueves, 10 de noviembre de 2016
martes, 4 de octubre de 2016
lunes, 3 de octubre de 2016
jueves, 29 de septiembre de 2016
lunes, 19 de septiembre de 2016
lunes, 12 de septiembre de 2016
lunes, 5 de septiembre de 2016
Retronym

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lunes, 29 de agosto de 2016
viernes, 26 de agosto de 2016
Citas

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sábado, 20 de agosto de 2016
Caveat emptor

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jueves, 18 de agosto de 2016
domingo, 14 de agosto de 2016
Stieg Larson 1

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martes, 9 de agosto de 2016
lunes, 8 de agosto de 2016
jueves, 4 de agosto de 2016
lunes, 25 de julio de 2016
lunes, 18 de julio de 2016
miércoles, 13 de julio de 2016
lunes, 11 de julio de 2016
lunes, 27 de junio de 2016
lunes, 13 de junio de 2016
Trouvailles

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lunes, 6 de junio de 2016
lunes, 23 de mayo de 2016
La hora dorada
La
propuesta del concurso: escribir un relato que incluya la palabra "amanecer".
La extensión mínima del texto, 100 caracteres; la máxima, 1000 palabras. Tiendo
a la escritura larga así que elijo la segunda opción. El tema me convocó porque
el amanecer, por lo general vivido desde la trasnoche y antes de irme a la cama,
es la hora del día que más me atrae; ese paso gradual de la oscuridad a la luz
que, acompañado de olores urbanos y sahumados como el de las primeras hornadas
de las panaderías, avienta demonios y resacas. Pensé en un amanecer que me acompaña
desde niño, el de la película Fantasía
de Walt Disney, en concreto el final: el aquelarre de Chernabog de Una noche en
Monte Calvo de Mussorgsky que es
exorcizado por el Ave María de
Schubert. Además, escribir un texto convocado por una palabra es un desafío,
azuzado por el monto del premio. "Es para intentarlo" -pensé- "Eso
sí, hacerlo en un contexto, como quien dice: "Un soneto me manda hacer
Violante / que en mi vida me he visto en tanto aprieto". Siempre pensé en Fantasía como la primera película a
incluir en una antología; ahora, al escribir estas líneas, dudo si no podría
ser Blade Runner, también termina en un
amanecer, cuando Deckard huye con Rachel. Más vueltas le di a la propuesta y
más me gustó, porque la palabra convocante del concurso alude a un momento del
día caro a los que nos gusta la fotografía: "la hora azul", claridad
de la noche que se aleja y que antecede a la "hora dorada" o comienzo
del día pleno; carrera infructuosa y eterna del Sol persiguiendo a la Luna, que
le pisa los talones.
Evoco
otros amaneceres y los más vívidos son los de Mark Twain, cuando relata las lecciones
que, como aprendiz de piloto, recibe del veterano mister Bixby. Sus largas y reiteradas advertencias sobre las
sombras arteras y aleves que encubren peligrosos rabiones en pálidos remansos.
Los franceses llaman a la hora azul y la dorada -à la tombée de la
nuit, ou juste avant le
lever du jour- entre le chien et le loup; perros y lobos se
confunden. Los dos momentos del día, advierte mister Bixby, en que una leve ondulación con ribetes tornasolados
enmascara al tronco sumergido que acecha a la espera de su oportunidad, una
cornada seca y luciferina capaz de hundir un barco.
Mientras
pensaba en el texto resolví cumplir un nuevo proyecto, sacar fotos del
privilegiado paisaje urbano que ofrece uno de los balcones de nuestro
departamento. Al frente, un edificio con muro cortina donde se reflejan los
aviones que despegan de aeroparque y otros edificios, a la derecha, sobre la
calle Juan B. Justo, la mole cuadrada de la Clínica Suiza con su cartel en
letras luminosas rojas y rematada con las balizas del helipuerto en la terraza.
Ayer por la tarde consulté por internet y supe que hoy amanece a las 07:45;
pero estaba nublado. Anoche a las 22:00 el pronóstico del noticiero vino en mi
ayuda; escampó y tenemos un amanecer sin nubes, precuela de la sudestada, pero ésta
llegará después del mediodía. Una hora antes me pareció prudente para empezar
la sesión. Dejé el trípode armado y, tras pensarlo, opté por un zoom 24-70 de
rango F2 constante.
Los
meteorólogos no se equivocaron, cuando empezó la hora azul las nubes eran
tenues, arranco con mis tomas. No soy de sacar muchas fotos, me gusta componer
mentalmente la escena y hacer pocos disparos. Disfruto de los ruidos apagados
de la noche que se aleja y del barullo de las bandadas rasantes de loros, los
pájaros más madrugadores del barrio, que vienen del parque Tres de Febrero.
Grupos compactos que vuelan contorneando los edificios más altos, en un largo
óvalo que va del norte al suroeste, gira y vuelve al parque desde el sureste.
De improviso las nubes se cierran y el cielo muta de azul con matices
dorados a gris oscuro, la sudestada se adelantó varias horas. Las rachas, cada
vez más fuertes, se embolsan en los balcones vecinos y hacen flamear las
plantas en sus maceteros; de la calle sube el rumor de las hojas de los plátanos
agitadas por el viento, cada vez más feroz, y fustigadas por la lluvia. Imagino
a los madrugadores loros del parque Tres de Febrero volviendo, con desesperados
aleteos, a sus nidos en las palmeras. Agazapado para protegerme del viento veo que
la lluvia, por momentos, no llega al piso, literalmente pulverizada por las
ráfagas. Subo la sensibilidad a 300 ASA, la línea del horizonte se ha esfumado,
edificios y cielo se fundieron en la tempestad, desde mi observatorio estoy en
el interior de una esfera opalescente y monocroma, en una gama que va del verde
pizarra de las copas de los árboles hasta el gris plomo, las luces de las ventanas
han diluido desenfocadas o, al decir de los fotógrafos, "un efecto bokeh." Con un crujido de descarga
eléctrica, un rayo surca la atmósfera con una línea quebrada, abre una fugaz
cuña luminosa y, por instantes, hiende el compacto cielo en mitades irregulares,
desde el cenit hasta la borrada línea del horizonte de edificios. De inmediato,
la explosión del trueno, vuelta a las penumbras. Me doy cuenta que, poseso por
el espíritu y furor de la tormenta, he disparado fotos en ráfagas. Fin de la
sesión, tengo suficientes tomas que procesaré en Adobe Lightroom. Retomo la idea del relato que quiero escribir,
ahora me acude "Avenida Nevsky" de Gogol; también comienza con un
amanecer. Saco la cámara del trípode, guardo el equipo, me siento en mi
escritorio y me propongo escribir sobre la sudestada.
Solo que no he estado sacando fotos, sino escribiendo
un relato. Pero no debo pasar las 1000 palabras "... y aun sospecho / que
voy los trece versos acabando; /contad si son catorce, y está hecho".
Busco el comando "contar palabras" en la
pantalla de mi ordenador. Contad 1000,
casi en la diana, 999 palabras.
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jueves, 19 de mayo de 2016
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jueves, 7 de abril de 2016
lunes, 4 de abril de 2016
lunes, 28 de marzo de 2016
lunes, 21 de marzo de 2016
jueves, 17 de marzo de 2016
lunes, 14 de marzo de 2016
lunes, 7 de marzo de 2016
lunes, 15 de febrero de 2016
lunes, 8 de febrero de 2016
lunes, 1 de febrero de 2016
lunes, 25 de enero de 2016
lunes, 18 de enero de 2016
lunes, 11 de enero de 2016
lunes, 4 de enero de 2016
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